jueves, 2 de agosto de 2007

En busca del Mago de Oz

-¿Te llamas Dorothy, queridita?
-Sí. -La niña levantó la vista y se enjugó las lágrimas.
-Entonces debes ir a la Ciudad Esmeralda. Puede que Oz quiera ayudarte.
-¿Dónde está esa ciudad?
-En el centro exacto del país, y la gobierna Oz, el Gran Mago de quien te hablé.
-¿Es un buen hombre? -preguntó Dorothy en tono ansioso.
-Es un buen Mago. En cuanto a si es un hombre o no, no podría decirlo, pues jamás lo he
visto.
-¿Y cómo llegaré hasta allí?
-Tendrás que caminar. Es un viaje largo, por una región que tiene sus cosas agradables y
sus cosas terribles
. Sin embargo, emplearé mis artes mágicas para protegerte de todo daño.
-¿No irá usted conmigo? -suplicó la niña, que había empezado a considerar a la ancianita
como su única amiga.
-No puedo hacer tal cosa; pero te daré un beso, y nadie se atreverá a hacer daño a una
persona a quien ha besado la Bruja del Norte.
Acercóse a Dorothy y, con gran suavidad, la besó en la frente. La niña descubrió más
tarde que sus labios le habían dejado una señal luminosa en el lugar donde rozaron su piel.
-El camino que va a la Ciudad Esmeralda está pavimentado con ladrillos amarillos -
expresó la Bruja-, de modo que no podrás perderte. Cuando veas a Oz, no le tengas miedo;
cuéntale lo que te ha pasado y pídele que te ayude. Adiós, querida
mía.

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